El pontificado del Santo Padre Benedicto XVI ha sido difícil por causa de la situación que se produjo en los últimos decenios en el mundo y en Europa. Durante este tiempo, se profundizaron los procesos de laicización, observamos una creciente hostilidad, agresión contra la Iglesia, frente a lo que presenta el cristianismo. Estas tendencias anticristianas anidaron y se manifestaron particularmente en Europa que hoy es el continente más laicizado del mundo. Estas tendencias hostiles se marcaron asimismo en la política de la Unión Europea. Aún Juan Pablo II procuraba que en los documentos esenciales de la Unión Europea se encontraran elementos cristianos, pero no se logró realizar. Y después esta tendencia anticristiana se siguió intensificando y el Papa tuvo que afrontarla. Hacía todo lo posible para defender la verdad sobre Europa, sobre la Iglesia y, ante todo, enseñaba que la vida sin Dios, la vida social y nacional que no se formara basándose en la ley Divina se iba a deformar.
El presente pontificado del Papa Benedicto XVI lo distinguen las palabras: Donde está Dios, allí hay futuro. Por eso el Santo Padre constantemente recuerda cuán importante es la fe en Dios, cuán importante es la edificación de la vida personal, familiar, social sobre la ley Divina, sobre el Verbo Divino. Lo subrayó particularmente durante su peregrinación a Alemania. Entonces, en el parlamento alemán, en la Dieta Federal (Bundestag), Benedicto XVI citó las palabras de San Agustín relativas a los Gobiernos, a los sujetos que establecen leyes, que no respetan la ley natural, la ley Divina revelada llamándolos banda de ladrones. Fue muy significativo.
Destronamiento de la verdad
Para el Papa, ha sido muy importante la lucha contra el relativismo moral. El liberalismo contemporáneo iguala todas las religiones atriubyéndoles un valor igual; subordina la moral a la situación. Al hombre le concede la capacidad de definir lo que es bueno y lo que es malo. Y es que sabemos muy bien que una prerrogativa exclusiva de Dios. Es Dios el que ha definido en su ley lo que es bueno y lo que es malo y el hombre es solamente un lector y no creador de esta ley. El hombre debe únicamente leerla. Presenciamos cómo en parlamentos particulares se intenta determinar la verdad, debatir sobre ella y no descubrirla. Es muy peligroso. El Santo Padre era consciente de este peligro y hacía todo lo posible para limitar la dictadura del relativismo.
Este pontificado lo caracteriza igualmente una gran preocupación por la familia, sobre todo en el último año en el que tuvo lugar el congreso de Milán y el Encuentro Mundial de las Familias. Allí Benedicto XVI dirigió un gran mensaje a las familias. Ante la ideología de género, el debate sobre las parejas de hecho, el aborto, la fecundación in vitro. El Papa hacía todo lo posible para defender el carácter sagrado de la familia y a la familia, en general, como institución que es incluso más antigua que la Iglesia porque se remonta al origen de la creación.
Hacia la unidad de los cristianos
Al Santo Padre le importaba mucho la unidad de los cristianos. Siendo oriundo del país que hubiera sido la cuna del protestantismo sufría mucho por la división del cristianismo. Hizo mucho para unificar la Iglesia. Aquí se pueden mencionar los gestos que hizo para con los anglicanos. Gracias a la creación de un ordinariato especial, muchos anglicanos han podido regresar al seno de la Iglesia Católica. Igualmente ha habido gestos para con los lefebristas. El Papa tendía la mano, pero no siempre encontraba buena voluntad lo que le afligía mucho. Permitió la celebración de la liturgia en el rito postridentino, preconciliar, para decir que la Iglesia igualmente aprecia esta liturgia. Solamente pedía que los lefebristas aceptaran la verdad proclamada por el Concilio Vaticano II. Ellos se oponían a un par de documentos, sobre todo a la Declaración sobre la libertad religiosa o el Decreto sobre el ecumenismo,
a algunos fragmentos de la constitución pastoral sobre la Iglesia. Hasta ahora tienen problemas para aceptar la doctrina del Concilio porque es una condición para que puedan llegar a la unidad con la Iglesia, con el Papa. Y es justamente lo que no se ha explicado definitivamente.
Así veo las líneas generales de este pontificado. Si se pudiera comparar, aunque fuera difícil, a Benedicto XVI con Juan Pablo II, se ve que el Papa polaco se concentraba en el ser humano, por eso dirigió a la Iglesia la divisa: ¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo! Juan Pablo II ponía la mirada en el ser humano como obra de Dios, por eso en su predicación ocupaba un lugar importante el tema de los derechos humanos, de la dignidad humana. Benedicto XVI lo ha completado mirando a Dios, indicando cuán importante es Dios, su ley, la fe en Dios, la amistad con Dios y, en general, la edificación de la vida personal y familiar basada en la ley Divina y en la amistad con Dios.
Asimismo quisiera indicar la gran espiritualidad del Papa. De lo que decía, de sus homilías, de sus discursos derivaba una gran profundidad. Su predicación se recibía como algo que salía del corazón, de la mente de un hombre que está sumergido en Dios, que vive con Dios a diario, que está sumergido en la oración. Creo que la decisión que conocimos ayer, que nos sorprendió, deriva de una oración profunda y es un resultado de la responsabilidad por la Iglesia. El Papa se da cuenta de grandes tareas que esperan a la Iglesia y es consciente de que sus fuerzas físicas están limitadas. Y por eso ha tomado esta decisión. Creo que es una decisión derivada de una oración profunda y que por la boca del Papa habla el Espíritu Santo.
Tłumaczenie/ Traducción/: Bronisław Krzysztof Jakubowski