Sławomir Jagodziński habla con Mons. Andrzej Dzięga, arzobispo de la arquidiócesis de Szczecin y Kamień Pomorski
La decisión del Santo Padre de renunciar a su ministerio ha conmovido mucho a los fieles, pero ¿debemos tratarla como una sensación especial?
– Esta es una decisión personal de Benedicto XVI, que – en el contexto de las normas del derecho canónico – hay que considerar como plenamente normal, aunque efectivamente es un acontecimiento extraordinario. Desde el punto de vista de los mecanismos legales de la vida de la comunidad eclesiástica es un acto absolutamente normal, porque la Iglesia siempre ha admitido la posibilidad de la renuncia de un papa a su ministerio. Se ha repetido practícamente desde siempre que el Santo Padre deja de ejercer su ministerio en caso de muerte o en caso de la renuncia. Este acto de la renuncia del Papa a su ministerio no requiere ningún acto separado de aceptación de parte de nadie. Es una decisión anunciada libremente por el Obispo de Roma. Hay que subrayar otra vez esas dos palabras: una cosa normal, aunque extraordinaria.
Indudablemente el Santo Padre ha meditado profundamente sobre esta decisión y ha rezado mucho al tomarla. Y solamente así hay que aceptarla, independientemente de si alguien la interprete como consecuencia de una salud debilitada, del cansancio, de la edad avanzada, de la falta de fuerzas etc. , o de si entenda el anuncio de Benedicto XVI “también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria„ más bien en categorías bíblicas, como el “María ha elegido la mejor parte”. En definitiva se trata de una decisión personal del Santo Padre y del mismo Dios.
Es efectivamente un acontecimento absolutamente extraordinario y por eso nos sorprende, sorprende a todo el mundo. Pero esa sorpesa es solamente aparente, porque desde el punto de vista del derecho canónico lo que ha pasado es un procedimiento normal de la Iglesia que nunca hay que excluir. No hace falta comentarlo demasiado, porque entonces se ensombrece la claridad de la misma situación. Mejor aceptarlo con una fe personal y sólo profundizar en la oración, ancomendando a la Iglesia y pidiendo por la fe para el mundo actual.
¿El hecho de que sea una cosa normal aunque extraordinaria, indica todavía algo más?
- Repito que es necesario que todos los católicos mantengan una paz interior plena y acepten esa decisión sin emociones innecesarias, en espíritu de fe y de oración. El Santo Padre sin duda lo ha pensado a fondo, lo ha meditado delante de Dios, y al mismo tiempo lo ha preparado y anunciado con precisión. Este Papa no actúa guiándose por los sentimietos, no actúa bajo la influencia de un impulso. Es un Papa de visión profética y de palabras proféticas, un Papa de meditación grande y de oración grande. Es un hombre de profunda espiritualidad. Personas de este tipo actúan con la mayor responsabilidad.
Los últimos días del ministerio papal de Benedicto XVI coinciden con el principio de la Cuaresma. ¿Esto también ha sido planeado por el Santo Padre y es una señal para la Iglesia?
- No solamente son días de la Cuaresma, sino también del Año de la Fe. No podemos pasar por alto este contexto. Ha llamado mi atención la siguiente circunstancia del tiempo: el Santo Padre ha anunciado que la renuncia al ministerio tendrá lugar precisamente el 28 de febrero a las 20.00. Eso me ha hecho pensar: ¿porqué precisamente ese día y esa hora? Al consultar el calendario vi que el 28 de febrero es jueves, la víspera del primer viernes del mes. Es entonces la hora del Cenáculo, y más bien la hora del Huerto de los Olivos. En mi percepción personal el Santo Padre – señalando las 20.00 – nos indica la hora del Huerto, cuando Cristo pidió a los apóstoles: “Velad y orad para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil„. Los apóstoles sin embargo se durmieron. Y entonces oyeron las palabras de reproche: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?”. Estoy seguro de que Benedicto XVI, indicando las 20.00 el jueves antes del primer viernes del mes nos conduce con precisión y nos llama en este Año de la Fe, en los umbrales de la Cuaresma, a meditar y a velar con Jesús. Vale la pena velar en el espíritu del Huerto y rezar por la Iglesia, pedir la fe para el mundo. El Santo Padre nos abandona explícitamente en las manos del mismo Cristo, que es la Cabeza de la Iglesia. El nos enseña: escuchad al mismo Cristo, porque solamente su palabra, su poder, nos transforma y salva al mundo. Pues Jesús de Nazaret y la necesidad de la fe constituyen en cierto sentido un programa del pontificado de Benedicto XVI. La Iglesia tiene que permanecer junto a Cristo, y permanecer arrodillada, porque entonces está segura. Al mismo teimpo tiene que anunciar al mundo a Cristo Resucitado – y entonces le es fiel a Él.
Es característico que también en el pontificado del beato Jaun Pablo II el contexto de tiempo, fechas y los días del año litúrgico ha sido muy significativo.
- Hay que notar que exactamente un mes después de la renuncia de Benedicto XVI a su ministerio, el 28 de marzo, celebraremos el Jueves Santo, que es la noche de velar con Jesucristo en el Huerto de los Olivos antes del Viernes Santo. Son precisamente cuatro semanas. En mi opinión el Santo Padre lo ha pensado detalladamente y nos indica esos signos del tiempo. En el caso del beato Juan Pablo II también muchas veces teníamos un simbolismo del tiempo. Recordaré solamente el Viernes Santo del 2005, en el que el Papa abrazó un crucifijo durante el viacrucis que tenía lugar en el Coloseo, aquel era también el día 25 de marzo, cuando la Iglesia contempla la Anunciación de Nuestra Señora. Fue un Viernes Santo impregnado por el misterio de la Encarnación. En un solo momento se ha acumulado toda la misión de Cristo – desde la Encarnación hasta la Crucifixión. En este dia comenzaba tambien la novena de la Misericordia divina. Juan Pablo II la celebró por última vez entre nosotros y por la noche, terminada la oración de la llamada de Jasna Góra (Monte Claro), en la víspera de la fiesta de la Misericordia, pasó a la casa del Padre.
Vale la pena recordar que ha sido precisamente Juan Pablo II el que, todavía como cardenal Karol Wojtyła, al predicar los retiros espirituales en el Vativano, entre muchas reflexiones bonitas habló también de esta hora del Huerto, perdida por los apóstoles, que la Iglesia intenta “recuperar„ desde hace dos mil años. Es posible que ahora Benedicto XVI, por el contexto temporal de su renuncia al ministerio, quiera anclar a la Iglesia, a todos nosotros, en Jesucristo. Lo contemplo en este misterio de la noche del Jueves Santo y de la llamada de Jesucristo a velar con Él en el Huerto. Es una hora santa. Pienso que tenemos derecho a una similar lectura espiritual de este simbolismo. El Papa, que ha predicado durante todo el tiempo a Jesús de Nazaret, ahora nos recuerda a todos: “Velad y orad para no caer en la tentación”. En un sentido podría ser esto un vínculo entre dos pontificados grandes, y para nosotros una fuente constante de fuerza espiritual y un signo de fidelidad a Cristo.
Gracias por la conversación.
Traducción: Katarzyna Chorzewska